Enseñar o engañar

Estos directores y directoras labran su presente mediante el veto, la cancelación y  negación, dado que no tienen otro argumentario que les abra las puertas a la reflexión de sus carencias y, para ser honrados, abandonar todo conato de seguir limitando las aspiraciones de los demás.

Dinosaurios, delfines y otros músicos

Los dinosaurios murieron pero no se extinguieron en nuestro hábitat musical. Están los descendentes de aquellos que bien han podido trazar nuevas rutas de comportamiento. Pero el poder es muy tentador y la falta de ética es fácil de argumentar para auto-convencerse que el mal menor acontece en beneficio para todos. Sabemos que no es cierto.

Dirigir o exhibir

Mientras el instrumentista o el cantor están interpretando esforzadamente su partitura, concentrados en la sucesión de notas, haciendo cálculos enigmáticos y cognitivamente complejos para ajustar la afinación con el conjunto, gestionando las respiraciones tanto naturales como expresivas y, en fin, dominando una situación en principio de tensión para ofrecer el mejor resultante sonoro, observamos con frecuencia al director o directora mostrando piruetas e hiperbólicas descargas gestuales ajenas a la esencia del sonido.

El arte de dirigir: sentido o sensibilidad

La traducción sonora corresponde al intérprete y en el caso que nos ocupa al director o directora. Para ello el conocimiento de la partitura es esencial tanto en sus contornos codificados como en lo que entre líneas puede leerse (contexto psico-socio-económico del autor y su tiempo, tradición, motivación compositiva, alusiones programáticas, etc.) No obstante, conviene identificar y delimitar la responsabilidad de quien dirige y, sobre todo, de la autogestión de las emociones.

Cancelado por pasaporte

Los artistas, como los deportistas que también están siendo cancelados, son los mediáticos pero otras tantas profesiones están siendo apartadas del derecho elemental de existir. Ahora, bien entrado el siglo XXI con el conocimiento adquirido, el acceso a la información más allá del sesgo de los grupos mediáticos de poder, aplaudimos que un director de orquesta, que una cantante, que un bailarín, que una compositora, se vean privados de ofrecer su arte por tener en el bolsillo un determinado pasaporte.

De Joan Monleón a Pep el Botifarra. Viaje a ninguna parte.

El ocio y la cultura no pueden sostenerse en el mismo plano de valor. Nuestra sociedad, cada vez más hedonista, da la espalda a la cultura en beneficio de un lúdico folklore. El valor de lo popular que debe ser rescatado, cuidado y fomentado (no me malinterpreten) no debiera ser otro que el de expandir lúdicamente el espacio más transversal de la sociedad en tanto que necesitada de estímulos para salvaguardarse.