Entradas

Directores y Directoras

La educación y la cultura han servido para algo más que despertar conciencias. Ver empuñando una batuta a una mujer no debería ser motivo de asombro, ni siquiera motivo para escribir este artículo. Asumo el riesgo. Pero en el día del Director y Directora de orquesta se me despierta la siguiente reflexión: ¿por qué no incluyo a directoras españolas en mi playlist?

Susanna Mälkki, Shi-Yeon Sung, Barbara Hannigan, Emmanuelle Haïm, Anu Talli y, cómo no, Marin Alsop forman parte de mi playlist cuando exploro versiones. Un elenco de directoras de primer orden que han habitado el árido páramo del podio orquestal tan absurdamente dominado por las grandes figuras masculinas.

Pedagogía o el nuevo arte de no enseñar

Pedagogía o el nuevo arte de no enseñar

¿Se puede enseñar dirigir un coro sin haber transitado los contornos profesionales del instrumento? ¿Se puede enseñar desde la teorización del hecho quironímico? ¿Se puede hacer un aporte transaccional del conocimiento de la dirección sin haber tenido una práctica avanzada instrumental?

Enseñar consiste a transmitir conocimientos. Pero el oxímoron se consolida cuando encontramos maestros que no han ejercido nunca, directores que no han dirigido nunca, profesores de música que no conocen la praxis instrumental. Muchos de estos perfiles ostentan el rango de pedagogos. Y aquí podría acabar el artículo.

Si Google no nos engaña la palabra pedagogía se deriva de la voz griega paidagogía, compuesta de pais (niño), y de agogos (el que conduce). Paidagoguía, es así, “el arte de educar a los niños“. El término, ya sabemos, transciende la infancia para adentrarse en todos los ámbitos educativos aunque en algunos aspectos, la pedagogía moderna no ha abandonado del todo su enfoque pueril.

¿Se puede hacer un aporte transaccional del conocimiento de la dirección sin haber tenido una práctica avanzada instrumental?

Excusándome por la generalidad del argumento y poniendo en valor aquellos pedagogos que provienen de la experiencia musical real (recomiendo la lectura de mi artículo Mestre, aprèn! (Diario Levante, Valencia 16 de junio de 2022), con horas de rodaje en aulas y con una visión aumentada de la profesionalización en la dirección musical, hay que constatar que la figura de la nueva pedagogía (no es tan nueva, me temo) socava cualquier posibilidad de asunción en la educación de nuestro país.

En el ámbito de la música se ve muy claramente la deriva educativa. Niños y niñas pasan años en escuelas de música organizadas convenientemente para crear un bucle de dependencia. Estimulación, iniciación (antes, preparatorio), grado elemental de música, dos años más para preparar la prueba de acceso, refuerzo con clases particulares y, no es poca cosa, seis años en paralelo con la asignatura de música en la Enseñanza Primaria Obligatoria. 

Podemos hablar de una media de 9 años relacionados con la música y con un resultado escandalosamente preocupante. No saben leer una partitura. Dirán los pedagogos musicales que el objetivo no es aprender sino experimentar. Solo por experiencia (la comparto porque no la tienen) puedo decir que la mejor experimentación es la que tiene resultados, la mejor manera de disfrutar la música es practicarla bien, al nivel que sea, y sobre todo -dado el escaso interés que los adolescentes tiene por la música que no sea de impacto mediático albergan después de tantos años de estudio- sería suficiente que consiguiéramos crear consumidores críticos de cultura musical. Ninguno de estos objetivos se cumple, privando a la sociedad del disfrute de la comprensión lectora musical como sí se cumple cuando de un texto literario se trata.

El alumnado que finalmente accede a las Enseñanzas Profesionales de Música acaba abandonando (el porcentaje que acaba los estudios y accede al Grado Superior es cada vez más escaso), convendría revisar el comportamiento de nuestros docentes, sin entrar -sería muy tedioso- en que gran parte del profesorado no es feliz en su trabajo y que, por lo tanto, por salud social pública, tendría que cambiar inmediatamente de actividad laboral por otra más adecuada a sus anhelos.

En el ámbito de la dirección musical y más concretamente en la de la dirección de coro, se observa cada vez más una mayor tasa de perfiles que no han dirigido nunca o, en el mejor de los casos, nunca abandonaron el ámbito amateur. Profesores asociados que nunca tocaron un instrumento, paso previo y esencial para el desarrollo sensitivo de cualquier músico.

Gran parte del profesorado no es feliz en su trabajo y que, por lo tanto, por salud social pública, tendría que cambiar inmediatamente de actividad laboral por otra más adecuada a sus anhelos.

La música es praxis. Y la praxis no solo se puede sino que se tiene que teorizar. Pero la teoría, per se, es a todas luces escasa. Ya lo decía el gran poeta Vicent Andrés Estellés „la raó és un moble vell“.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor

El mamut llamado envidia

El músico que se entrega al mamut de la envidia, no solo no evita el éxito sino que socava más sus posibilidades, puesto que nadie puede triunfar realmente si no domina lo intestinal. Su cerebro, actuando según su naturaleza, desplegará todo su repertorio: gestos de desprecio, comentarios hirientes, desprecio en forma de indiferencia, reforzamiento de sus acciones para que sean más visibles, pasar por encima del envidiado para demostrarle (demostrarse, en realidad) que puede medrar.

Enseñar o engañar

Estos directores y directoras labran su presente mediante el veto, la cancelación y  negación, dado que no tienen otro argumentario que les abra las puertas a la reflexión de sus carencias y, para ser honrados, abandonar todo conato de seguir limitando las aspiraciones de los demás.

Dirigir o exhibir

Mientras el instrumentista o el cantor están interpretando esforzadamente su partitura, concentrados en la sucesión de notas, haciendo cálculos enigmáticos y cognitivamente complejos para ajustar la afinación con el conjunto, gestionando las respiraciones tanto naturales como expresivas y, en fin, dominando una situación en principio de tensión para ofrecer el mejor resultante sonoro, observamos con frecuencia al director o directora mostrando piruetas e hiperbólicas descargas gestuales ajenas a la esencia del sonido.

El arte de dirigir: sentido o sensibilidad

La traducción sonora corresponde al intérprete y en el caso que nos ocupa al director o directora. Para ello el conocimiento de la partitura es esencial tanto en sus contornos codificados como en lo que entre líneas puede leerse (contexto psico-socio-económico del autor y su tiempo, tradición, motivación compositiva, alusiones programáticas, etc.) No obstante, conviene identificar y delimitar la responsabilidad de quien dirige y, sobre todo, de la autogestión de las emociones.

Cancelado por pasaporte

Los artistas, como los deportistas que también están siendo cancelados, son los mediáticos pero otras tantas profesiones están siendo apartadas del derecho elemental de existir. Ahora, bien entrado el siglo XXI con el conocimiento adquirido, el acceso a la información más allá del sesgo de los grupos mediáticos de poder, aplaudimos que un director de orquesta, que una cantante, que un bailarín, que una compositora, se vean privados de ofrecer su arte por tener en el bolsillo un determinado pasaporte.

De Joan Monleón a Pep el Botifarra. Viaje a ninguna parte.

El ocio y la cultura no pueden sostenerse en el mismo plano de valor. Nuestra sociedad, cada vez más hedonista, da la espalda a la cultura en beneficio de un lúdico folklore. El valor de lo popular que debe ser rescatado, cuidado y fomentado (no me malinterpreten) no debiera ser otro que el de expandir lúdicamente el espacio más transversal de la sociedad en tanto que necesitada de estímulos para salvaguardarse.

La gendarmerie musical

Nos hemos vuelto demasiado buenos en explotar nuestras debilidades, dice Stephen Guyenet. Y es cierto. Abandonado todo conato de vulnerabilidad que nos abra una puerta hacia la valentía de reconocernos, seguimos venerando falsos ídolos, dioses impostores y  egos insaciables.

Las Musas sobre hielo

La pragmática y la poética no parecen ir de la mana en el imaginario de quienes ponen la pasión como único ingrediente del excelso menú del arte, muy especialmente en el arte sonoro. La dicotomía se centra en cuál es la parte importante en la interpretación y experiencia estética subyacente. Toda expresión artística precisa de un marco teórico, no para ser entendida sino para ser reflexionada, repensada y contextualizada. Todo ello no resta un ápice a la expresión, muy al contrario, la enfatiza.

Las musas sobrevuelan nuestros sueños, nos ofrecen imágenes nuevas, pero suelen resbalar sobre el frío hielo del vacío si no las dotamos de pretextos donde asirse.