DIRECTORES Y DIRECTORAS

La educación y la cultura han servido para algo más que despertar conciencias. Ver empuñando una batuta a una mujer no debería ser motivo de asombro, ni siquiera motivo para escribir este artículo. Asumo el riesgo. Pero en el día del Director y Directora de orquesta se me despierta la siguiente reflexión: ¿por qué no incluyo a directoras españolas en mi playlist?

Susanna Mälkki, Shi-Yeon Sung, Barbara Hannigan, Emmanuelle Haïm, Anu Talli y, cómo no, Marin Alsop forman parte de mi playlist cuando exploro versiones. Un elenco de directoras de primer orden que han habitado el árido páramo del podio orquestal tan absurdamente dominado por las grandes figuras masculinas.

Si hay una especialidad dentro del amplio mundo de la música es el de la dirección musical. Los parámetros que rigen la ejecución e interpretación instrumental están claros: precisión, afinación, fraseo, tempo, tocco, … pero, ¿cuáles son los de la dirección? Decir que un director o directora es bueno o buena implicaría una serie de elementos de juicio que encajen en una definición objetiva.

Más allá del gusto personal (que apenas importa a quien lo emite) y de la plasticidad de los movimientos (coreografías y dibujos espaciales) no parece haber un consenso claro acerca de cómo y porqué valoramos al intérprete insonoro.

Si llegamos a la conclusión de que más allá del diseño de movimientos se encuentra la esencia del sonido llegaremos a conclusiones que se podrían alejar del propio concepto de la dirección como arte sublime.

Me viene a la mente las viejas grabaciones de maestros como Richard Strauss, Bruno Walter, Wilhem Furtwängler…que ajenos a todo el impacto mediático que trajo la televisión e inmersos en el sonido de la orquesta que se retransmitía a través de las ondas radiofónicas, no precisaban de ostentosos movimientos y ni de malabares exhibicionistas para ofrecer una interpretación de alto impacto emocional sin prescindir de las directrices que tan claramente han dejado los compositores y compositoras en sus partituras.

Si hay una especialidad dentro del amplio mundo de la música es el de la dirección musical. Los parámetros que rigen le ejecución e interpretación instrumental están claros: precisión, afinación, fraseo, tempo, tocco, … pero, ¿cuáles son los de la dirección?

En esta descripción entrarían, claro está, la impostura de directores y directoras, ya que la facultad de vender humo es ajena al género. Por un lado, encontramos un nepotismo teñido de ilustrado para favorecer a ciertos directores que se consideran mediáticos más por sus vidas privadas y sus aspavientos en escena que por su compromiso con el sonido. Bajo ese mismo juicio, están las directoras que han sido consideradas dignas de representación por el mismo motivo y con el añadido de cumplir con cuotas que serían defendibles si el criterio de la calidad estuviese alineado con la música y no con la conveniencia social.

Por esto, en España, es difícil poner en valor a tantos directores y directoras que cuyo compromiso se halle única y focalmente ubicado en la interpretación. Dicho de otro modo, cuántos de ellos y de ellas no estarían en la palestra si no existiesen medios audiovisuales que los proyectara ad nauseam.

El criterio es aplicable a ambos lados del componente de género. Me pregunto si de haberlo, estarían dirigiendo donde lo hacen. En el fondo, supongo, saben que no. Que si no fuesen mediáticos por su glamour o por su género (o por ambas cosas a la vez), no tendrían tal oportunidad, lo que les convierte en sospechosos de no amar la música, primera condición para ostentar tamaña responsabilidad y, en definitiva, de cómplices del declive en nuestra profesión.

Cuántos de ellos y de ellas no estarían en la palestra si no existiesen medios audiovisuales que los proyectara ad nauseam.

Quizás sea una verdad incómoda. O, tal vez, tan solo una incomodidad de la propia realidad. En cualquier caso, aprovecho para felicitar a los Directores y Directoras que no miran la cámara cuando dirigen, que no precisan de una exposición continua y que, por el contrario, tan solo buscan la esencia del sonido tal y como los compositores y las compositoras lo soñaron en la oscuridad e intimidad de sus solitarios escritorios, donde el único foco era el de la creatividad.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor