Dirección musical: enseñar y aprender

Muchas veces he escrito sobre el hábito, maneras y motivaciones de los directores y directoras de orquesta, banda o coro. Del porqué dirigimos. De cuál es nuestra aportación. Y, sobre todo, de la enseñanza (o el aprendizaje, que no es lo mismo) de este cada vez menos valorado arte.

En mi época de estudiante en el conservatorio (matizo: de mi primera etapa como estudiante, porque estudiar, sigo estudiando) y en tantas formaciones de cursos y master siempre contemplé una resistencia a la permeabilidad al cambio. Sigo, ahora como profesor de dirección, constatando la misma oposición, ahora cimentada en la sobre-exposición mediática. Por ello, la cuestión que subyace a la hora de formar nuevos directores y directoras, no es tanto cómo se enseña sino, cobre todo, si el alumnado está en disposición de aprender. 

Hay una frase que ha atravesado la línea del tiempo. Una frase lapidaria que escuchaba como alumno y escucho como profesor. Una frase que impide toda posibilidad de abrir el canal del aprendizaje, de la curiosidad, de conocer lo nuevo (que aunque desconocido, siempre es mejor que lo malo conocido). La frase era, es: yo siempre lo he hecho así. Y subrayo el yo, indefectiblemente presente en la frase. Mi respuesta con una contra-pregunta, ¿y te funciona? que sustituye a la que verdad estoy pensando, ¿no ves que no te funciona?

Funcionar significa, perdón por la obviedad, que el músico encuentre en la praxis del director o directora el suficiente confort y la mínima molestia con el objetivo de ser fiel a la partitura. Las sensaciones son patrimonio de los resultados pero la finalidad a la hora de dirigir no determina el fin último. Lo que el director o directora „sienta” no constituye la correcta interpretación. La mayor parte de los movimientos que realizamos cuando dirigimos no son percibidos. La mayoría de las veces son descartados por parte de los músicos constituyendo así material sólo útil para Instagram, ese lugar paradisíaco donde todos son Maestros.

¿Dónde reside entonces la maestría? La ubicaría entre los contornos de los siguientes ítems:

  • afinación
  • blending (empaste)
  • color
  • comunicación no verbal
  • retórica del texto musical

Afinación

Solo con un buen blending es posible afinar. Lamentablemente, no se enseña a afinar, se da por sentado que es un ítem marginal y que se cae del plan de trabajo con la excusa de la falta de tiempo en los ensayos. Nada puede suceder sin el alineamiento armónicos. Si no hay afinación, si no se trabaja ni se estimula creando una rutina en sus conceptos básicos, es difícil alcanzar consecuencias positivas en el ensayo: agilidad, aprovechamiento, comprensión y belleza, esta última principal objetivo de cualquier interpretación musical.

Blending

El primer reto es que los integrantes de la orquesta, la banda o el coro „vayan juntos”. Es tan obvio como poco frecuente. No son pocos los directores y directos que contaminados por las grabaciones de los grandes Maestros dibujan en el aire maravillosas parábolas de gran plasticidad pero inútiles para los músicos. Las más prestigiosas orquestas podrían tocar perfectamente sin el concurso de una figura que les dirija. 

Por tanto, quien lidera aporta ese „algo más” que justifique su presencia. ¿Acaso no prescindirían las orquestas de invertir millones de euros en directores y directoras si pudiesen ser igual de solventes sin ellos? Ese algo más se llama excelencia, el reto más excelso al que todo músico debe aspirar. Los grandes Maestros pareciera que no dirigen, que solo rozan el contorno sutil del sonido, que bailan sobre el pulso como si una pluma a merced de la brisa se tratase. No obstante, no es inusual ver a los grandes Maestros bajar al barro y recuperar el equilibrio cuando el barco zozobra.

Seamos realistas. ¿Son las agrupaciones que dirigimos habitualmente de tal calibre que no sea preciso atender primero al equilibrio y al empaste antes de viajar a otros contornos de la interpretación cuando todavía están lejos? Debemos remar mucho antes dejar fluir libre a nuestro barco. Asumo el argumento de que „llevar el compás” no luce en Instagram. Pero hablamos de música, de excelencia, de belleza y de trascendencia… no de ti ni de mi.

Color

Podemos especular sobre el concepto ambiguo casi mágico de color musical. ¿A qué nos referimos con este término?  Lo expongo en la siguiente fórmula:

afinación + blending = color

Comunicación no verbal

La comunicación no verbal es uno de los aspectos más complejos a la vez que determinantes en la gestión humanística y, por tanto, resultados excelentes de una orquesta, banda o coro. La comunicación no verbal, resumiéndolo mucho, sería aquello que decimos con nuestra expresión corporal sin darnos cuenta y que tiene un impacto en nuestros interlocutores (los músicos) mucho mayor del que se desprende de nuestras palabras o de nuestra mecánica (técnica) de dirección.

Podemos hacer la anacrusa perfecta. Podemos explicar exactamente cada uno de nuestros movimientos. Si nuestra comunicación no verbal dice otra cosa, gana. Como seres humanos comunicativos expresamos unos 700.000 puntos de conexiones de comunicación no verbal, 250.000 en el rostro.

Imagina el impacto en las personas que tenemos delante. Del mismo modo, observa cómo nos afecta la comunicación no verbal de otras personas en nosotros. La mala noticia es que no somos conscientes. Todo alude a percepciones cognitivas arraigadas en nuestro cerebro más primitivo. Aprendizajes que se han quedado después de millones de años. Las amenazas han cambiado. Ya no nos persigue un mamut. Ahora nos perseguimos entre los músicos, que también deviene en defensa. No entramos en lucha física (casos hay) pero entra en juego el recelo, la envidia y la crítica. Tampoco huimos asustados ante el ataque de otra tribu. Pero nos empequeñecemos perdiendo el poder y nuestras virtudes.

La mejor manera de controlar que aquello que pensamos (en un nivel más o menos profundo de conciencia) cuando hablamos con un músico de nuestra agrupación y que tendrá una primera respuesta en nuestra musculatura facial mostrando lo que de verdad pensamos, es la escucha atenta, sin juicio. Aplicable a todas la áreas de la vida.

Retórica del texto musical

También nos viene de antiguo la necesidad de contar historias. Y que nos las cuenten. Olvidamos que no solo el público necesita saber y entender lo que están escuchando más allá de que esté en sintonía con sus gustos estéticos. También los músicos necesitan saber más o, al menos, saber cuál es tu historia acerca de esta obra musical sin salirte de los contornos que ha marcado el propio compositor o compositora.

Nuestro trabajo no es otro que contar esa historia. Para ello debemos conocer no solo las motivaciones que llevaron al artista a escribir la música, bajo qué circunstancias y en qué momento crucial de su vida y qué reacción tuvo en el público si no se trata de un estreno. Debemos conocer la relación de los sonidos con el texto, la aliteración, la retórica, el devenir del discurso sonoro que determina el verdadero mensaje de la obra musical.

Por tanto, nuestra acción como directores y directoras a la hora de empuñar la batuta, no es otra que mostrar todos los elementos expuestos apartando el ego. Dirigir es un acto de comunicación donde lo importante no es quien lo cuenta sino qué y cómo se cuenta.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor