Anima sonora
Después de todo, la tecnología no nos ha salvado. Los Coros seguimos en un estado donde habita el limbo legal y sentimental.
Bien es cierto que la necesidad de volver a cantar y, sobre todo, de compartir el compromiso social que de los Coros deviene nos lleva a una aparente precipitación, una irrefrenable actitud de volver cuanto antes.
El primer confinamiento ha servido (utilizo el verbo con todo respeto y prudencia) para darnos cuenta de lo que perdimos, de lo que siempre hemos disfrutado como dado y tomado sin permiso. Ahora nos damos cuenta de la importancia de la presencialidad. Esta ha sido sustituida por la única forma posible, esto es, la tecnología excepto para los que prefirieron tomar en consideración la loable alternativa del silencio.
La experiencia de los Coros ha sido medida en unos contornos limitados: entre el entretenimiento y la desesperación. El porcentaje de coralistas que han participado en la experiencia tecnológica ha sido porcentualmente pírrica y el tiempo empleado por los directores en maquillar el sonido resultante bien podría haberse invertido en el estudio, la formación y la gestión con vistas al futuro.
Después de todo, la tecnología no nos ha salvado. Los Coros seguimos en un estado donde habita el limbo legal y sentimental.
El trabajo empático del Coro, la afinación, entonación fina, empaste, color, respiración gregaria, desarrollo sensitivo, construcción sonora, etc… ha sido borrado de un plumazo en pos de una inútil sobrexposición y desnaturalizada acción coral. En la nueva fase, los ensayos por pequeños grupos toman el relevo a la multipantalla.
Cuando regresemos, el trabajo realizado no servirá en el mejor de los casos y, en el peor, habremos creado una dinámica donde la grandeza del hecho sonoro habrá sido derivada a un segundo orden de importancia. La reconstrucción sonora del Coro será dura en no pocos casos. Algunos Coros quedarán diezmados. Otros, tristemente, desaparecerán. Por eso, este momento de incertidumbre ha de servir para encontrar herramientas a través de la formación, del estudio, de la reflexión… para hacer útil la espera.
Los ensayos parciales nunca han tenido demasiado sentido si no es para algún director se aprenda las obras a dirigir. La música sucede en tempo, la armonía lo es porque armoniza, el ritmo depende de su contrario… por lo tanto ¿qué sentido ha tenido históricamente el ensayo parcial por cuerdas y qué utilidad tiene hacerlo en grupos cada vez más reducidos a través de la red?
Un Coro debería ensayar siempre con todos sus componentes para que los ítems que intervienen en el sonido se desarrollen conjuntamente. Se aducirá que la dificultad de una obra justifica los ensayos seccionales, pero, aquel Coro que necesite parciales para el montaje de la H-Moll Messe de Bach, quizás, no debería interpretarla.
El tiempo empleado por los directores en maquillar el sonido resultante bien podría haberse invertido en el estudio,
Estamos construyendo, acaso sin saberlo, un futuro incierto basado en la individualidad por encima del interés del grupo, en el factor mediático en lugar del de la sana introspección, en la necesidad de emerger en lugar de la conciencia de futuro.
Nuestra liga no solo es amateur sino marginal, en el mejor de los sentidos. No debemos seguir pretendiendo que nos tengan en cuenta. Si hasta ahora no se ha hecho, podemos olvidarnos a menos que cambiemos nuestro obsoleto sistema de supervivencia.
Sin embargo, tenemos una buenísima ocasión para para crear de una vez por todas una verdadera hermandad coral donde lo importante sean las personas y los directores meros propiciados de buenas prácticas tanto sonoras como humanas.
Juan F. Ballesteros
Músico y escritor
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