Asociación Músicos Ibiza, reload…

Independientemente de estilos, géneros, tendencias, épocas o modas, más allá de si se usan como medio de expresión instrumentos y tecnología del siglo XVIII o del XXI, conviene reducir la apreciación de la Música en dos únicas categorías: la buena y la mala o -de una formad más precisa- a la dicotomía entre Arte Sonoro vs Sonidos de Impacto Mediático.

El gusto o la preferencia corresponden al ámbito íntimo y no debiera ostentar valor argumentativo. Desde un punto de vista kantiano „las condiciones de todo conocimiento no son puestas por el objeto conocido, sino por el sujeto que conoce”.

En Ibiza, a pesar de las obligaciones y condiciones limítrofes que impone el mar, la estadística del talento juega a favor:¡cuánto iniciativa artística en tan poco territorio! Por eso, una Asociación de Músico que aglutine interese comunes entre músicos ibicencos se hacía más que necesaria. No obstante, para hablar de una verdadera asociación cabría saber, antes que nada, qué se entiende como tal y cuáles son sus elementos constitutivos para que los posibles aspirantes a formar parte dispongan de la información suficiente y así sentirse representados.

¿Una asociación para todos aquellos que usan la música como solaz personal? ¿Músicos son los que hacen de la música su medio de vida? ¿Músicos son aquellos que se definen como tales unilateralmente? ¿Acaso los formados en sus diferentes estilos o con un bagaje sustancial y contrastado? ¿Los que usan la expresión musical como parte significativa de su ocio? ¿Los que exigen y/o merecen un salario acorde a su talento? ¿Los que se conforman, por el contrario, con transaccionar sus habilidades con la moneda del trueque (barra libre)?

Los músicos podrían llegar a sentir cierta zozobra a la hora de elegir respuesta o identificarse con alguna de estas preguntas. Por tanto, por muy loable que sea (que lo es) identificar la solución de los problemas a través del asociacionismo, conviene intentar al menos proponer soluciones.

¿Sería posible lograr un consenso para establecer un convenio vinculante entre los músicos asociados consistente en una tarifa mínima exigible en función del tipo de evento o actuación?  De este modo, la competencia propia de cualquier actividad profesional se basaría en términos de calidad (al alza) y no de precio (a la baja) al tiempo que se daría respuesta a alguna de las preguntas más arriba formuladas. Si tenemos en cuenta los precios que se manejan en otras áreas del ocio en la isla nadie debe temer por la estabilidad de la ley de la oferta y la demanda.

¿Sería posible comunicar a las agencias y empresas de ocio musical de la isla los compromisos adquiridos por los asociados en cuanto a las competitivas tarifas artísticas en pos de la profesionalización de la música del mismo modo que, como justamente se asume, se entienden como profesionalizados otros servicios ofertados como es el del sector del ocio, hostelería y bodas?

Estas medidas resumidas en dos preguntas no están basadas en una cándida y naïf ocurrencia sino que, muy al contrario, son propuestas seriamente valoradas y aprobadas entre los músicos de otras comunidades autónomas con notable éxito y dignificación del gremio.

En definitiva, una Asociación de Músicos que no de acomodo a la queja si no es estimulada con redes de colaboración y avance por recuperar la posición social del músico donde le corresponde como sucede, sin ningún atisbo de duda, en cualquier otra profesión. Así mismo, que vele por la erradicación del intrusismo y establezca filtros de calidad en cada uno de los estilos, géneros, tendencias, épocas o modas que cohabitan bajo en amplio abanico del arte sonoro.

Otra cuestión a valorar es la del respeto al entorno sociológico donde se desarrolla toda actividad artística. En el caso de Ibiza, lugar de paso, de influencias, de cruce enriquecedor de culturas, sería razonable que, como músicos, nos formulásemos preguntas tales como:

¿Compraríamos nuestro producto si, en un hipotético cambio de rol, tal cual nos fuese presentado por otro músico?

¿Podemos contestar con honestidad si nuestra propuesta es la misma que ofertaríamos en Madrid, Barcelona, Estocolmo o Nueva York o -al contrario- pensamos que en Ibiza todo vale como lugar para testar nuestras posibilidades?

Acaso estas cuestiones podrían dar luz sobre el hecho artístico que supone la exhibición pública de determinados espectáculos y sobre si los artistas que la Asociación de Músicos acogiera nutren la actividad musical de la isla a través de un verdadero compromiso  con la música y, por ende, por un profundo respeto al público y a la isla.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor

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