Para cualquier director o directora de coro, orquesta o banda la praxis sonora supone uno de los problemas más acuciantes para su evolución, crecimiento y desarrollo como intérpretes. Disponer de un orgánico como instrumento de constante diálogo supone el mayor desafío de aquellas entidades que ofrecen como servicio la enseñanza del noble arte de dirigir personas.
Y como de personas se trata, la enseñanza de la dirección, muy especialmente en la disciplina coral, supone tomar en consideración el propósito de educar al instrumento, esto es, señalar y atender su condición sensible que se traduce en el sonido, color, afinación, empaste, empatía, salud vocal, criterio interpretativo, psicología o gestión emocional del colectivo, por citar solo unos pocos ítems. Por tanto, la construcción de un coro está basada en el contacto cercano, en ese hilo casi mágico al que todo director o directora debe aspirar para abrazar los contornos de la belleza.