El mito de las escuelas históricas de dirección
La enseñanza de dirección musical está afectada por una concepción de la estructura curricular basada en una quiebra identitaria. Partiendo del hecho de que dirigir corresponde a la misma mecánica sea cual fuere el foco sonoro (banda, orquesta o coro) siendo la única diferencia el conocimiento de cada instrumento y de su optimización, la secuenciación que históricamente se ha venido realizando a la hora de impartir la asignatura de dirección, está fuera de toda razón habida cuenta de la realidad profesional que los grandes maestros han desarrollado.
La programación de los centros de formación de dirección se han basado en un modelo de la dirección de orquesta que, si bien como se ha indicado más arriba no es óbice para estructurar dicha enseñanza, arroja una quiebra en tanto que no se tienen en cuenta figuras o tendencias más focalizadas en la dirección de Banda.
Por otra parte, fundamentar la dirección en base a solo 4 figuras emblemáticas nos parece a todas luces escasa y empobrecida. De un lado, las escuelas se han centrado en la dirección de orquesta obviando tendencias en la manera de gestionar la Banda como instrumento. Del otro, reducir el valor de la dirección a 4 maestros es, sobre todo, injusto.
La realidad, no obstante, es abrumadora. Los cuatro principales directores que validan otras tantas escuelas son Sergiu Celibidache, Igor Markievitch, Kiril Kondrashin y Hans Swarovski. Si bien es de los dos últimos es difícil extraer conclusiones sólidas por la escasez de material audiovisual, resulta más desconcertante que se sostenga la estructura de una escuela de dirección por parte de directores que rehusaron cualquier ostentación académica y que, como en el caso de Celibidache, expresó por activa y por pasiva que no tenía discípulos.
La programación de los centros de formación de dirección se han basado en un modelo de la dirección de orquesta que arroja una quiebra en tanto que no se tienen en cuenta figuras o tendencias más focalizadas en la dirección de Banda.
Las técnicas que a cada uno se les atribuye no pueden en ningún caso constituirse como formas fijas de su discurso sonoro. Todos ellos, adecuaron su técnica a factores como la orquesta que en cada momento dirigían, el repertorio y -muy importante- su momento evolutivo dentro de la música. Es más, Celibidache no dirigía según la técnica que lleva su nombre. Lo mismo es aplicable al resto de maestros.
No existe, por tanto, una escuela determinada de dirección sino unos postulados para acercarse a la partitura sin ostentación.
Desde que apareciera la televisión como núcleo de difusión masiva de la cultura donde antes solo la radio y su obligatorio esfuerzo auditivo reinaban, la figura de los directores ha ido cayendo en un vacío sonoro en favor de una cada vez más estudiada imagen mediática.
Grandes directores como Arturo Toscanini, Bruno Walter, Richard Strauss, Wilhem Furtwängler y otros, tenían su foco exclusivamente en el sonido. Poco o nada les preocupaba la elasticidad, plasticidad y estética de sus movimientos si no era para provocar un sonido bello.
No existe, por tanto, una escuela determinada de dirección sino unos postulados para acercarse a la partitura sin ostentación.
De una manera paulatina, ese foco se fue trasladando a la imagen aunque durante algunas décadas, convivió con un compromiso sólido hacia el sonido. Directores como Karajan, Kleiber, Abbado, Muti o Barenboim han mantenido encendida la llama de la calidad.
El presente y el futuro de los directores pasa por una esclavitud de la imagen donde el público está más centrado en los movimientos que desde el podio se producen que de la magia del sonido. La interpretación supone una mediación entre la partitura y el público. Si el flujo se detiene en el director, el arte desaparece.
El reto de los jóvenes directores y directoras de Banda pasa por tomar conciencia de la importancia del sonido y su gestión con el mundo expositivo que habitamos. Un equilibrio que sostenga el sonido por encima de cualquier otro elemento. Por parte de los formadores, el ejemplo será esencial para que en todo momento los estudiantes de dirección estén verdaderamente preocupados por cuál es su sonido y no cuál es su cámara.
Juan F. Ballesteros
de „Cómo dirigir una banda y no morir en el intento”