La música no se regala
Es habitual que en nuestro gremio musical se instale el desasosiego al contemplar cómo sus propios integrantes cancelan toda posibilidad de crecimiento colectivo creyendo, tan erróneamente, que el salvaguardar su status le garantiza una posición en el futuro. Lo que seamos, será lo que construyamos juntos. O, mejor, aquello que no destruyamos hoy tendrá lugar mañana.
Si se me permite la anécdota personal, contaré que cuando llegué por primera vez a Suecia con el propósito de estudiar y así poder encontrar un sentido a todos los años empleados en el conservatorio de mi ciudad, me sorprendió el cuidado que se tiene hacia la obra de los compositores y compositoras. Llegué con fotocopias y solo la vergüenza que pasé me hizo darme cuenta de que mi bagaje en el sur de Europa al respecto, solo contribuía a la destrucción de un sector tan esencial para los directores y directoras.
En el terreno de la vivencia personal, añadiré mi relación con los fontaneros sin que, aunque lo parezca, me salga del tema.
Me sigue sorprendiendo cómo defienden la cotización de su trabajo sin titubear. Son doscientos, afirman con toda la seguridad de su profesionalidad. No titubean, no especulan con la posibilidad de rebajar el precio y así a la próxima le vuelves a llamar, no valoran ni por un momento contribuir a la pauperización de su sector. Y, ni mucho menos, jamás ofrecerían gratis et amore su conocimiento, tan esencial para el día a día.
Lo que seamos, será lo que construyamos juntos. O, mejor, aquello que no destruyamos hoy tendrá lugar mañana.
Sin embargo, en la música esto no ocurre. Se aceptan precios precarios, se desestabiliza el mercado, se empobrecen y se embrutecen nuestras capacidades, etc. Y todo ello por el narcisista y egoico ejercido de pretender lucir.
Imaginad el siguiente escenario:
– Hola, vengo a ofrecer mis servicios como profesor de Lenguaje Musical. Soy licenciado, master en pedagogía y con una experiencia contrastada en gestión de colectivos y como docente en todas las etapas educativas.
– Bienvenido a nuestra escuela. Lo siento, no tenemos plazas vacantes.
– No importa. Ofrezco gratis mi trabajo ya que dispongo de un restaurante que me da para vivir.
– ¡Genial! Vamos a despedir a nuestro profesor porque eres mucho más rentable para nosotros.
O este:
– Hola, vengo a ofrecer mis servicios como Director. Soy licenciado, master en interpretación y he dirigido en 36 países.
– Impresionante. Pero no creo que podamos pagar lo que esa formación requiere.
– No importa, ofrezco gratis mi trabajo ya que dispongo de varios pisos de alquiler que me dan para vivir.
– Hecho. Solo nos queda despedir al que ya tenemos.
Estas dos elucubraciones son absolutamente reales cuando nos referimos s a un compositor. ¿Cómo es posible que todavía se ignore la necesidad de que este colectivo reciba una remuneración por su trabajo? Obviamente, estamos hablado de compositores y compositoras que tengan una propuesta excelente que ofrecer.
Mientras haya compositores mezquinos que regalen su música, mientras haya directores sin escrúpulos que programen esa música, mientras haya directivas que permitan que un director interprete la música de un compositor sin que este reciba su beneficio, estaremos contribuyendo a la marginalidad de nuestro gremio.
¿Cómo es posible que todavía se ignore la necesidad de que este colectivo reciba una remuneración por su trabajo?
No hace falta que apuntemos a otro lado, ni a los políticos, ni al sistema, ni a la mentalidad de la sociedad hacia nuestra arte, ni al público, ni a las instituciones…. Solo hay un culpable, solo hay un deshonesto y un destructor de una posibilidad de redimirnos y de ser absolutamente profesionales y no solo porque nos avale un título.
Mi fontanero, además, cuenta con una ventaja. Y es que el resto de fontaneros también va a solicitar su remuneración y, básicamente, será la misma. Al no competir entre ellos, ambos tienen trabajo. ¿De qué lado estás?
Juan F. Ballesteros
Músico y escritor