De lo falaz en el arte

Las noticias sobre los colectivos como Letze Generation, Just Stop Oil, Extinction Rebellion o, más proximo, Futuro Vegetal no cesan alumbrados por su campaña +1,5º que están llevando a cabo en diferentes museos. La performance consiste en pintar de negro gruesos trazos sobre las principales sobras de arte.

Toda vez que estas se hallan cubiertas de un cristal protector que impide cualquier deterioro del lienzo, la propia campaña deviene en un auténtico happening artístico que mecería toda la atención de la crítica autorizada. 

La excusa de la acción por sí misma ya merece una verdadera asunción conceptual que, como se sabe, no es más que el origen, fundamento y finalidad del propio arte. Sin algún tipo de sana desobediencia no existirían las aludidas obras de arte.

Más allá de una suave e inocua amonestación social con promoción televisiva gratuita incluida, los autores (o artistas) del tal acción no sufren mayor escarnio. Distinto sería, obviamente, si el legado artístico reunido en las más prestigiosas salas de arte fuesen objeto de mella.

Toda vez que estas se hallan cubiertas de un cristal protector que impide cualquier deterioro del lienzo, la propia campaña deviene en un auténtico happening artístico que mecería toda la atención de la crítica autorizada.

Mientras tanto, ¿qué atención merecería si los actos tildados por los medios de „vandálicos“ fuesen cometidos sobre las obras musicales? ¿Por qué pueden ser devastadas mediante interpretaciones obtusas sin multa? ¿Sería razonable acusar, procesar y castigar al músico que protagonizase tal ofensa al patrimonio sonoro? No parece probable. Y no por falta de jurisprudencia.

La música, con su sempiterna y difícilmente enmendable consideración de arte decorativo, lo aguanta todo. Y no solamente por parte de tan atrevidas como osadas opiniones que provienen del mundo amateur.

Sin algún tipo de sana desobediencia no existirían las aludidas obras de arte.

Muy al contrario, desde la autoridad que confiere un gran nombre o entidad se pasan por alto los más mínimos preceptos dictados por compositores y compositoras.

Esperemos, por el bien de la humanidad, que no alcancemos un incremento en la temperatura del plantea ya que, los grados de estupidez y connivencia con la ignorancia musical ya ha tocado techo.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor