Premio o multa
Los premios en música recogen los honores de quienes han tomado ventaja antes que los demás, como reza su significado etimológico. No obstante, coger antes no determina ser el mejor más allá de serlo entre iguales.
Sin caer en la tentación de argumentar en contra del nefasto nepotismo, la infame y destructiva política de la cancelación o la inadmisible dávida del quid pro quo, primer es elegir lo mejor entre lo, acaso, peor.
Son muchos los premios que al no poder ser declarados desiertos y ante la única opción de primer, se otorgan sin remisión. Más allá del desasosiego que produce tener que hacerlo sin mérito, queda el consuelo de que el fallo del jurado sea, al menos, el correcto entre las opciones.
El primer premio, siendo el mejor de los que llegan a un proceso final (y tanto vale el argumento para quienes optan al prestigio como el que lo hace pro un puesto laboral) deja un rastro que socava la quimérica aspiración a la excelencia en nuestro pequeño hábitat musical.
Quien recibe un premio lo hace para siempre. ¿Deberían caducar? En todo momento o lugar podrá lucir palmarés y así optar, al menos administrativamente, a procesos selectivos con ventaja. No obstante, siempre queda encomendarse a la esquiva justicia poética. Habrá momento y lugar donde el premio tendrá que ser defendido y ahí es donde el premio tendrá una verdadera consideración y validación.