El ser humano quiere dejar huella. En nuestro paso efímero por la vida nos empeñamos en que dejar una presencia indeleble. Hay quien deja un legado en forma de obra artística, ya sea un libro, una escultura, una pintura, un poema o una partitura. Hay quien su legado tiene forma de adquisición inmobiliaria, de saldo bancario. Hay quien, incluso, aspira a que su escasa interacción en el mundo pueda medirse en términos de recuerdo significativo ya sea para sus hijos, allegados o, simplemente, aquellas personas a las que, en vida, mejoró las suyas.