Directores instagrammers

La realidad se impone aunque no se quiera ver. Negarla, supone elegir ser cómplice de la mediocridad. Justificarla, asumirla como propia. El mundo de la música es maravillosamente complejo. Nada es lo que parece y lo que parece, no es.

La música no se regala

Es habitual que en nuestro gremio musical se instale el desasosiego al contemplar cómo el sus propios integrantes cancelan toda posibilidad de crecimiento colectivo creyendo, tan erróneamente, que el salvaguardar su status le garantiza una posición en el futuro. Lo que seamos, será lo que construyamos juntos. O, mejor, aquello que no destruyamos hoy tendrá lugar mañana.

Dirigir online y otros cursos

Aprender a dirigir online no es posible. Pretender enseñar de este modo, una estafa. Sería como jugar a fútbol sin balón, a tenis sin raqueta o aprender a tocar el piano sin piano. En este punto podría poner el punto y final al artículo pero el asunto tiene más contornos y más historia que puede dar luz al porqué se ha llegado a semejante despropósito.

Dirección de banda. El legado.



El ser humano quiere dejar huella. En nuestro paso efímero por la vida nos empeñamos en que dejar una presencia indeleble. Hay quien deja un legado en forma de obra artística, ya sea un libro, una escultura, una pintura, un poema o una partitura. Hay quien su legado tiene forma de adquisición inmobiliaria, de saldo bancario. Hay quien, incluso, aspira a que su escasa interacción en el mundo pueda medirse en términos de recuerdo significativo ya sea para sus hijos, allegados o, simplemente, aquellas personas a las que, en vida, mejoró las suyas.

El violinista bilingüe

Hi havia una vegada un violinista que encisava amb el seu violí. Tocava per tot arreu música meravellosa. Tothom volia escoltar-lo. Si algú es posava trist no tocava cançons alegres. Tan sols tocava lànguides molodies per fer-se sentir a prop animant cada cop el ritme fins treure un somriure definitiu. Altres cops, quan notava que l’alegria estava instala·lada, guardava el seu violí i començava a ballar al son dels altres, on tot concloïa amb una gran i compartida rialla. El seu violí és màgic, deien alguns. És una persona extraordinària aquest violinista, deien uns altres.

Pablo González y Gustav Mahler

El director de orquesta Pablo González ha protagonizado en los últimos días un hecho insólito, valiente y -si se me permite- quijotesco al interrumpir la interpretación de la segunda sinfonía de Gustav Mahler justamente en su concierto de despedida de la Orquesta y Coro de Radio Televisión Española.

Estimo el català

Que el director o directora que es faci càrrec finalment de la Coral Universitat Illes Balears a més del C1 tengui una mínima part del que jo no podré demostrar a una prova selectiva.

El nostre petit món coral

Darrerament m’agrada referir-me a l’activitat coral com a cant compartit, malgrat que el terme cor te una connotació polisèmica molt especial a la nostra llengua. Cant compartit atès que posem en comú les emocions que esdevenen d’un acte tan subtil com el fet de cantar. En aquest contexte, hauria d’entendre’s que el món coral és un ecosistema corporatiu, unit i compromés amb solucions comunas. Nogensmenys, no és així.

Músicos, egos, deseos.

Hay propósitos que sólo se plantean en el fino tramo del paso de año. Un momento casi mágico donde todo cabe. Quizás sea uno de los pocos instantes donde no cabe el pensamiento trágico ni el cancelador. Como si de un espacio sin tiempo se tratase, los deseos tanto propios como los que albergamos para los demás -excepciones habrá- están dentro de la órbita de las buenas intenciones.

Seguramente no todos los anhelos van a trasladarse a la dimensión de la realdiad pero, al menos, estaremos más cerca en tanto que su evocación nos hará construir un camino y transitarlo para, acaso, llegar a tocarlos con la yema de los dedos. Y esto, ya será un logro.

Hacerse cenizas

Una de las funciones básicas del cerebro es la protección sobre todas las cosas. No necesita certeza, ante cualquier amenaza contempla la huida, la congelación o el ataque. Igual que hace diez millones de años. Nuestras amenazas han cambiado, nuestras reacciones no.

Los músicos somos especialmente sensibles a los obstinados impulsos de nuestro cerebro toda vez que todo lo ajeno representa una amenaza para aquellos profesionales que abanderan la inseguridad, el celo -en definitiva-, el miedo. Como gremio, somos muy poco corporativos y esta oposición, muchas veces intestina, hace que no crezcamos como colectivo al ignorar que uno solo va más rápido pero en unión, se llega más lejos.