Una de las funciones básicas del cerebro es la protección sobre todas las cosas. No necesita certeza, ante cualquier amenaza contempla la huida, la congelación o el ataque. Igual que hace diez millones de años. Nuestras amenazas han cambiado, nuestras reacciones no.
Los músicos somos especialmente sensibles a los obstinados impulsos de nuestro cerebro toda vez que todo lo ajeno representa una amenaza para aquellos profesionales que abanderan la inseguridad, el celo -en definitiva-, el miedo. Como gremio, somos muy poco corporativos y esta oposición, muchas veces intestina, hace que no crezcamos como colectivo al ignorar que uno solo va más rápido pero en unión, se llega más lejos.