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Directores instagrammers

La realidad se impone aunque no se quiera ver. Negarla, supone elegir ser cómplice de la mediocridad. Justificarla, asumirla como propia. El mundo de la música es maravillosamente complejo. Nada es lo que parece y lo que parece, no es.

Dirigir o construir

Para cualquier director o directora de coro, orquesta o banda la praxis sonora supone uno de los problemas más acuciantes para su evolución, crecimiento y desarrollo como intérpretes. Disponer de un orgánico como instrumento de constante diálogo supone el mayor desafío de aquellas entidades que ofrecen como servicio la enseñanza del noble arte de dirigir personas.

Y como de personas se trata, la enseñanza de la dirección, muy especialmente en la disciplina coral, supone tomar en consideración el propósito de educar al instrumento, esto es, señalar y atender su condición sensible que se traduce en el sonido, color, afinación, empaste, empatía, salud vocal, criterio interpretativo, psicología o gestión emocional del colectivo, por citar solo unos pocos ítems. Por tanto, la construcción de un coro está basada en el contacto cercano, en ese hilo casi mágico al que todo director o directora debe aspirar para abrazar los contornos de la belleza.

Cantar verdades

Naturalizando la importancia de la isla grande y de su capitalidad, cabe reclamar una mayor atención para las islas periféricas en cuanto a cultura se refiere. Todos somos Baleares. No se trata tanto de un alegato visceral o victimista. Las carencias de Ibiza, donde resido, son las justas ganadas a pulso por sus propios habitantes. Nada que reprochar a terceros si la inacción es bandera. No obstante, conviene rellenar las grietas de la sinrazón con, al menos, algo de información.

Pedagogía o el nuevo arte de no enseñar

Pedagogía o el nuevo arte de no enseñar

¿Se puede enseñar dirigir un coro sin haber transitado los contornos profesionales del instrumento? ¿Se puede enseñar desde la teorización del hecho quironímico? ¿Se puede hacer un aporte transaccional del conocimiento de la dirección sin haber tenido una práctica avanzada instrumental?

Enseñar consiste a transmitir conocimientos. Pero el oxímoron se consolida cuando encontramos maestros que no han ejercido nunca, directores que no han dirigido nunca, profesores de música que no conocen la praxis instrumental. Muchos de estos perfiles ostentan el rango de pedagogos. Y aquí podría acabar el artículo.

Si Google no nos engaña la palabra pedagogía se deriva de la voz griega paidagogía, compuesta de pais (niño), y de agogos (el que conduce). Paidagoguía, es así, «el arte de educar a los niños“. El término, ya sabemos, transciende la infancia para adentrarse en todos los ámbitos educativos aunque en algunos aspectos, la pedagogía moderna no ha abandonado del todo su enfoque pueril.

¿Se puede hacer un aporte transaccional del conocimiento de la dirección sin haber tenido una práctica avanzada instrumental?

Excusándome por la generalidad del argumento y poniendo en valor aquellos pedagogos que provienen de la experiencia musical real (recomiendo la lectura de mi artículo Mestre, aprèn! (Diario Levante, Valencia 16 de junio de 2022), con horas de rodaje en aulas y con una visión aumentada de la profesionalización en la dirección musical, hay que constatar que la figura de la nueva pedagogía (no es tan nueva, me temo) socava cualquier posibilidad de asunción en la educación de nuestro país.

En el ámbito de la música se ve muy claramente la deriva educativa. Niños y niñas pasan años en escuelas de música organizadas convenientemente para crear un bucle de dependencia. Estimulación, iniciación (antes, preparatorio), grado elemental de música, dos años más para preparar la prueba de acceso, refuerzo con clases particulares y, no es poca cosa, seis años en paralelo con la asignatura de música en la Enseñanza Primaria Obligatoria. 

Podemos hablar de una media de 9 años relacionados con la música y con un resultado escandalosamente preocupante. No saben leer una partitura. Dirán los pedagogos musicales que el objetivo no es aprender sino experimentar. Solo por experiencia (la comparto porque no la tienen) puedo decir que la mejor experimentación es la que tiene resultados, la mejor manera de disfrutar la música es practicarla bien, al nivel que sea, y sobre todo -dado el escaso interés que los adolescentes tiene por la música que no sea de impacto mediático albergan después de tantos años de estudio- sería suficiente que consiguiéramos crear consumidores críticos de cultura musical. Ninguno de estos objetivos se cumple, privando a la sociedad del disfrute de la comprensión lectora musical como sí se cumple cuando de un texto literario se trata.

El alumnado que finalmente accede a las Enseñanzas Profesionales de Música acaba abandonando (el porcentaje que acaba los estudios y accede al Grado Superior es cada vez más escaso), convendría revisar el comportamiento de nuestros docentes, sin entrar -sería muy tedioso- en que gran parte del profesorado no es feliz en su trabajo y que, por lo tanto, por salud social pública, tendría que cambiar inmediatamente de actividad laboral por otra más adecuada a sus anhelos.

En el ámbito de la dirección musical y más concretamente en la de la dirección de coro, se observa cada vez más una mayor tasa de perfiles que no han dirigido nunca o, en el mejor de los casos, nunca abandonaron el ámbito amateur. Profesores asociados que nunca tocaron un instrumento, paso previo y esencial para el desarrollo sensitivo de cualquier músico.

Gran parte del profesorado no es feliz en su trabajo y que, por lo tanto, por salud social pública, tendría que cambiar inmediatamente de actividad laboral por otra más adecuada a sus anhelos.

La música es praxis. Y la praxis no solo se puede sino que se tiene que teorizar. Pero la teoría, per se, es a todas luces escasa. Ya lo decía el gran poeta Vicent Andrés Estellés „la raó és un moble vell“.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor