Músicos, egos, deseos.

Hay propósitos que sólo se plantean en el fino tramo del paso de año. Un momento casi mágico donde todo cabe. Quizás sea uno de los pocos instantes donde no cabe el pensamiento trágico ni el cancelador. Como si de un espacio sin tiempo se tratase, los deseos tanto propios como los que albergamos para los demás -excepciones habrá- están dentro de la órbita de las buenas intenciones.

Seguramente no todos los anhelos van a trasladarse a la dimensión de la realdiad pero, al menos, estaremos más cerca en tanto que su evocación nos hará construir un camino y transitarlo para, acaso, llegar a tocarlos con la yema de los dedos. Y esto, ya será un logro.

La pandemia, se dice, nos ha ensañado mucho. Personalmente, no lo creo. El zafio lo es más y el noble se ha construido una morada al margen desde donde edificar sus proyectos con la cautela de quien sabe que a poco que sean vistos los cancelares tratarán de pisarlos.

Como si de un espacio sin tiempo se tratase, los deseos tanto propios como los que albergamos para los demás -excepciones habrá- están dentro de la órbita de las buenas intenciones.

En los últimos tiempos hay una aspecto de la personalidad de los músicos, de la sociedad en general, pero muy particularmente en los músicos de corazón áspero que está haciendo mella en la ya de por sí escasa evolución de nuestro gremio. El aspecto no es otro que el ego, necesario para sobrevivir, prescindible en cotas patológicamente altas.

El ego, en todo caso sería la gasolina de rápida combustión que una vez se quema ya no sirve. Así es el espíritu de aquellos que creen ser mejores de lo que son porque, si lo fueran, tendrían la capacidad de vislumbrar lo lejos que están de cualquier conato de conocimiento. Conviene no confundirse ni fundirse en el arrullo de la humildad. Como todo extremo, tan improductiva es la humildad como la arrogancia. Infravalorar las capacidades es tan nefasto como asumir un rol divino de preponderancia. 

Mis deseos para el nuevo año son simples. Salud y Objetividad. El resto, aquello que llamamos éxito, será una mera consecuencia. Aquellos que cancelan, que luchan para ser poniendo el pie encima conseguirán sus objetivos, no lo dudo, pero nunca el respeto y la valoración.

El ego, en todo caso sería la gasolina de rápida combustión que una vez se quema ya no sirve. Así es el espíritu de aquellos que creen ser mejores de lo que son porque, si lo fueran, tendrían la capacidad de vislumbrar lo lejos que están de cualquier conato de conocimiento.

Los que aplauden el éxito ajeno, quizás no alcanzarán el éxito de aquellos, pero saben que el éxito que persiguen es otro. El de la paz y el de la satisfacción de hacer sin deshacer. Para unos será la gloria y para otros la dignidad.

Mis deseos para el nuevo año son simples. Salud y Objetividad. El resto, aquello que llamamos éxito, será una mera consecuencia.

Se dirá que no se come de la dignidad. Y no puedo estar más en desacuerdo. La transformación ha de ser silenciosa si se pretende que sea duradera. Sin ruido, sin censura, sin aplausos. Y cuando llega, se sabe, es para siempre. Porque el éxito de hacer las cosas sin culpas ni ofensas, es el que verdaderamente da de comer, tanto física como espiritualmente.

A todos los músicos dignos. Feliz 2023. Al resto, también.

Juan F. Ballesteros
músico y escritor