Libros, rosas y un clic.
Durante toda mi vida he cultivado una pasional, descontrolada y casi enfermiza filia hacia los libros.
De niño guardaba mis pocos ahorros, forjados a base d renuncias (cromos, golosinas, máquinas recreativas…) para invertirlos en primeras entregas ya que el precio promocional se ajustaba a mis escasas posibilidades.
Aún dispongo de varias colecciones incompletas que guardo entre mis tesoros literarios por el significado emocional que suponen.
Años más tarde y en plena adolescencia, comenzó mi otra pasión: la música clásica, llegando a adquirir no menos de cincuenta cedés cuyas interpretaciones estaban ajustadas al bajo precio que el centro comercial ofrecía.
El hecho circunstancial era que no disponía de reproductor para aquellos discos compactos, un problema menor puesto que sólo el tiempo me separaba de su deleite.
Desde entonces, y ya ya con más criterio selectivo, he ido comprando libros y discos huyendo de copias (en papel primero y digitales después) de libros y mucho menos de discos.
Volviendo atrás, celebré cada apertura de una nueva librería, sobre todo si se situaban más cerca permitiéndome así invertir en nuevos títulos al ahorrarme el coste de los traslados en tren. Por mi edad, la compra de libros se reducía a esporádicos fines de semana con lo que las opciones que florecían a pocos kilómetros, a pesar de los largos paseos, convertía mi compulsiva compra en frecuente.
De adulto, viajar por el mundo me permitió adquirir títulos insólitos que aún no habían llegado a las librerías locales. Pronto, corporaciones nacionales e internacionales abrieron paraísos en forma de librerías donde las largas estanterías se me antojaban trocitos del cielo.
Hoy en día, puedo hacer todo esto sin salir de mi casa y bendigo cada avance que suponga un acercamiento de la literatura y de la cultura con un solo clic.
Juan F. Ballesteros
Músico y escritor (afectado)
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