A los 7 años, mis padres, sin ninguna formación ni bagaje musical tuvieron la intuición, el deseo, la inercia de llevarme a tomar clases de música. Por mi parte, tuve la fortuna de recibir este regalo que me ha acompañado y me acompañará el resto de mi vida.

Cuando vuelvo a casa, suelo pasar por la antigua escuela de música del pueblo (ahora remodelada) y me veo con mi libro verde de solfeo, vuelvo a evocar los olores de aquellas viejas aulas como algo exquisito y deseo que los niños que ahora asisten a clase puedan disfrutar lo que yo he disfrutado con este oficio.

A los 14 años, después de unos años declinando mis preferencias hacia el deporte, decidí seguir el camino de la música para afianzar mi decisión de continuar con el piano.

Durante la adolescencia no es fácil de cara al entorno dedicarse un actividad que conlleva la belleza y los sentimientos como principal argumento a la hora de mostrarse. Cuando todos se dejan llevar por la corriente, remar en contra tiene un precio que, obviamente, estoy orgulloso de haber pagado: mi libertad.

A los 7 años, mis padres, sin ninguna formación ni bagaje musical tuvieron la intuición, el deseo, la inercia de llevarme a tomar clases de música. Por mi parte, tuve la fortuna de recibir este regalo que me ha acompañado y me acompañará el resto de mi vida.

Cuando vuelvo a casa, suelo pasar por la antigua escuela de música del pueblo (ahora remodelada) y me veo con mi libro verde de solfeo, vuelvo a evocar los olores de aquellas viejas aulas como algo exquisito y deseo que los niños que ahora asisten a clase puedan disfrutar lo que yo he disfrutado con este oficio.

A los 14 años, después de unos años declinando mis preferencias hacia el deporte, decidí seguir el camino de la música para afianzar mi decisión de continuar con el piano.

Durante la adolescencia no es fácil de cara al entorno dedicarse un actividad que conlleva la belleza y los sentimientos como principal argumento a la hora de mostrarse. Cuando todos se dejan llevar por la corriente, remar en contra tiene un precio que, obviamente, estoy orgulloso de haber pagado: mi libertad.

A los 21, ya con mis estudios musicales avanzados, decidí dedicarme a lo que realmente se ha convertido en mi pasión: la dirección de coros y orquesta.

Un veinteañeros que habla de Bach, de Wagner, de Schoenberg, de Boulez es, cuanto menos, sospechoso. Así que experimenté otros campos que, sin duda, me han servido pero que ya forman parte del pasado: toqué en un grupo de rock & roll, creé un grupo de new age (el estilo de moda entre los pianistas en los 90) y toqué jazz en algún club. Todas, experiencias impagables.

A los 28 y con unos años dedicado a la dirección de manera profesional, aprobé las oposiciones para dedicarme a la docencia.

Instalado en mi mundo como director puede hallarme en mi elemento: la dirección de orquesta y coro. Esos momentos donde todo depende de un gesto en el aire, donde no solo el director tiene la capacidad de actuar sobre el sonido sino crear y moldear emociones a través de ellos, son de lo más maravilloso que he podido experimentar.

A los 21, ya con mis estudios musicales avanzados, decidí dedicarme a lo que realmente se ha convertido en mi pasión: la dirección de coros y orquesta.

Un veinteañeros que habla de Bach, de Wagner, de Schoenberg, de Boulez es, cuanto menos, sospechoso. Así que experimenté otros campos que, sin duda, me han servido pero que ya forman parte del pasado: toqué en un grupo de rock & roll, creé un grupo de new age (el estilo de moda entre los pianistas en los 90) y toqué jazz en algún club. Todas, experiencias impagables.

A los 28 y con unos años dedicado a la dirección de manera profesional, aprobé las oposiciones para dedicarme a la docencia.

Instalado en mi mundo como director puede hallarme en mi elemento. Esos momentos donde todo depende de un gesto en el aire, donde no solo el director tiene la capacidad de actuar sobre el sonido sino crear y moldear emociones a través de ellos, son de lo más maravilloso que he podido experimentar.

A los 35, decidí que ese camino no era mi camino y renuncié -con toda la oposición familiar y social- a dicha plaza para dedicarme a lo que de verdad indicaba mi pasión.  Había regresado de de Estocolmo y Varese donde me formé adquiriendo no solo unos conocimientos sino una forma de observar la vida que me ha marcado desde entonces.

En Suecia pude aprender y trabajar al lado de mi amigo y maestro Gary Graden, me especialicé en la dirección de coros. Mi país -parafraseando el film- no es país para coros y el caldo de cultivo es el mundo amateur. Un mundo, por cierto, absolutamente fascinante, donde cada logro se magnifica, donde el esfuerzo es la norma y don de las relaciones personales se afianzan con más profundidad. Así que, además, me tocaba crear espacios y profesionalizar el ámbito del canto coral y de ahí han surgido diferentes proyectos.

A los 42, después de una larga experiencia docente, artístico y de gestión de mis propios conciertos decidí que era el momento idóneo para crear mi propia empresa de producción musical en Ibiza, un lugar donde -contra todo pronóstico- encontré un nicho de marcado. Ignoré a quienes decían que no podía. Me dije que sí podía. Y he podido. Este mismo año nació mi hijo Joan quien es mi verdadero motor y motivación.

Así que, espero con expectación y emoción lo que me espera a los 56, 63, 70, 77, 84, 92, 99, …. y muchos más con está mágica secuencia de vivencias maravillosas que me suceden indefectiblemente cada 7 años.

A los 49, he cumplido 7 veces 7 años. Mi hijo cumple su primer septeno y he logrado por primera vez en España que le dirección de coro y de banda estén en la universidad. He escrito 3 nuevos libros y sigo ayudando a las personas a través de mis mentorías personalizadas en marketing y, sobre todo, en mejorar sus finanzas.

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