La cena de los idiotas

Como cada navidad el grupo de ex alumnos se preparan para un nuevo encuentro. Varias hornadas de licenciados veneran a su maestro reuniéndose alrededor de la mesa.

El viejo catedrático recuerda anécdotas de las clases que otrora lideraba ante la mirada emocionada de sus antiguos alumnos. Estos no escatiman ni esfuerzo ni disimulo para rendirle reverencias y pleitesía.

Hacerse cenizas

Una de las funciones básicas del cerebro es la protección sobre todas las cosas. No necesita certeza, ante cualquier amenaza contempla la huida, la congelación o el ataque. Igual que hace diez millones de años. Nuestras amenazas han cambiado, nuestras reacciones no.

Los músicos somos especialmente sensibles a los obstinados impulsos de nuestro cerebro toda vez que todo lo ajeno representa una amenaza para aquellos profesionales que abanderan la inseguridad, el celo -en definitiva-, el miedo. Como gremio, somos muy poco corporativos y esta oposición, muchas veces intestina, hace que no crezcamos como colectivo al ignorar que uno solo va más rápido pero en unión, se llega más lejos.

Habitar el escenario o la dualidad del ser

Mientas se cierne sobre el horizonte y se alza entre las nubes de a más alta expectativa una nueva legislación que afectará (a ver en cuántas de las acepciones del término) a todo tipo de músicos, valorar las consecuencias puede ser tan solo un ejercicio de onanismo intelectual poco útil pero, en cualquier caso, la reflexión y el pensamiento sobre nuestra profesión nunca está de más.

Parece ser que se aliviará la ardua tarea de pedir permisos para la realización de conciertos y eso, en sí mismo, ya es bueno. La libertad de elección y las propias reglas del mercado marcarán, no obstante, quiénes habitarán los escenarios.

La veu de l’ànima

La veritat no pot descansar encara que el silenci l’oculti. Les realitats són polièdriques però convé, a força de donar-li voltes, d’usar-la, de practicar-la, de compartir-la, aconseguir la seva forma esfèrica perquè sigui visible i contemplada des de qualsevol punt de vista.

A les Illes Balears vivim constantment una deterioració de la veritat quant a les realitats musicals en l’àmbit coral es refereix. S’amaga perquè l’excel·lència molesta. Com si aquesta fos exclusiva, excloent o aliena a qualsevol oïda, a qualsevol consciència, a qualsevol cor que sent. La inèrcia ha donat per bona qualsevol explicació. El temps, només el temps jutjarà amb mesura. 

La asociación que no amaba a los coros

Aedcoro no ama a los coros. Triste realidad, sin duda, que lejos de derivarnos a la melancolía nos debe abrir los ojos para construir una verdad. La verdad que, aunque asuste a los que han sido domesticados, hará libre a los virtuoso al tiempo que señalará a los viles.

Estar asociado a Aedcoro se ha convertido en sinónimo de estafa. Durante sus años de existencia no solo no ha contribuido a la mejora el entorno de los directores y directoras de nuestro país sino que ha impedido su evolución, que es mucho más sorprendente, más preocupante. 

Dirigir o construir

Para cualquier director o directora de coro, orquesta o banda la praxis sonora supone uno de los problemas más acuciantes para su evolución, crecimiento y desarrollo como intérpretes. Disponer de un orgánico como instrumento de constante diálogo supone el mayor desafío de aquellas entidades que ofrecen como servicio la enseñanza del noble arte de dirigir personas.

Y como de personas se trata, la enseñanza de la dirección, muy especialmente en la disciplina coral, supone tomar en consideración el propósito de educar al instrumento, esto es, señalar y atender su condición sensible que se traduce en el sonido, color, afinación, empaste, empatía, salud vocal, criterio interpretativo, psicología o gestión emocional del colectivo, por citar solo unos pocos ítems. Por tanto, la construcción de un coro está basada en el contacto cercano, en ese hilo casi mágico al que todo director o directora debe aspirar para abrazar los contornos de la belleza.